¿Qué es un chip? 

Se trata de una estructura de pequeñas dimensiones, generalmente de silicio o selenio, sobre la que se fabrican circuitos electrónicos y que se compone, entre otras cosas, de un elemento semiconductor. De ahí que normalmente chip y semiconductor sean utilizados como sinónimos. En la actualidad, los chips han supuesto una revolución en el mundo de la electrónica y tienen multitud de aplicaciones en numerosos sectores industriales. 

 

¿Qué está pasando con los chips? 

Desde los inicios de la pandemia, la industria chipera ha sufrido importantes retrasos, provocando una crisis que no habíamos visto hasta el momento. Empresas del sector del automovilismo como GM, Ford, Honda y Fiat Chrysler fueron las primeras afectadas, dando paso a otras como PlayStation, Xbox, Xiaomi, Nintendo e incluso Apple. Todo ello se desencadenó cuando los consumidores se abastecieron de ordenadores personales y otros aparatos electrónicos con el fin de adaptarse a las necesidades del confinamiento. 

El origen de la tormenta tiene que ver con la propia diseminación de la industria de los semiconductores. Tras marcas que todos conocemos como Intel, Qualcomm, AMD, ARM, Nvidia, hay una industria preconizada por Taiwán y Corea del Sur y que tiene otros nombres clave como TSMC, Samsung o ASML, que son los que se reparten la labor de foundries, montadores o fabricantes directos de semiconductores avanzados. De esta forma, solo unas pocas empresas son capaces de producir los chips más avanzados y de menor tamaño, por lo que la actividad está muy concentrada y puede desencadenar situaciones como la que estamos viviendo.

En otras palabras, los chips pueden ser considerados casi como ‘el petróleo del siglo XXI‘, ya no solo por ser un elemento esencial para la mayoría de dispositivos de nuestro día a día, sino por, como decíamos antes, estar fabricados por unos pocos. Así pues, la actual crisis no solo ha puesto en evidencia el desajuste entre oferta y demanda, sino que también la evidente dependencia tecnológica que Europa tiene hacia el continente asiático.  

Como consecuencia, la oferta de ordenadores es notablemente menor que la de hace un año y eso se traduce en que los pocos que quedan ahora son más caros. Lo mismo ocurre con móviles, televisores e incluso automóviles. La crisis también ha provocado el retraso de cientos de nuevos lanzamientos. Apple, sin ir más lejos, tuvo que retrasar el año pasado el lanzamiento de su iPhone 12 debido a la escasez. Ya no es solo que las empresas no tengan los recursos necesarios para lanzar nuevos productos, sino que tampoco los tienen para seguir produciendo los que ya están en el mercado.

 

¿Cuándo se normalizará la situación? 

Hay previsiones optimistas que creen que a lo largo de este año se podría estabilizar la situación, salvo en equipos muy concretos como pueden ser los circuitos para equipos 5G, algo que está añadiendo más carga de trabajo a los fabricantes. Otros informes señalan que el ‘shock’ ha alcanzado tal magnitud que hasta bien entrado el 2023 no se recuperará el ritmo ‘prepandémico’, así lo prevé TSMC, por ejemplo. Lo que si sabemos es que la industria de los chips es una de las más sofisticadas del mundo, por lo que aumentar la producción de un momento para otro no es una tarea fácil y la situación es muy incierta.